sábado, 19 de septiembre de 2009

HOMILIA MONSEÑOR FRANCISCO JAVIER ERRAZURIZ. TE DEUM 2009


De la gratitud a la esperanzaTexto completo de la homilía del Arzobispo de Santiago, Cardenal Francisco Javier Errázuriz, en Te Deum Ecuménico de Fiestas Patrias 2009
Te Deum laudamus El día 18 de septiembre de 1810 lo conmemoramos solemnemente, desde los inicios de nuestra existencia como Nación libre y soberana, acudiendo a este Templo, que se levanta en el mismo lugar en que don Pedro de Valdivia emplazara la Casa de Dios cuando fundó Santiago. Este año en que nos preparamos a la celebración del Bicentenario, nos reunimos ante el Cristo que presidió la Primera Junta de Gobierno, en una celebración que tiene un hondo significado religioso, social y cívico.

Ha conservado su nombre en latín: “Te Deum”, palabras que inician el himno más solemne de acción de gracias, el “Te Deum laudamus”: A ti, oh Dios, te alabamos. Vivimos, en efecto, una hora privilegiada para alabar y agradecer por tantos dones que hemos recibido a lo largo de nuestra historia republicana, y aún antes del nacimiento de nuestra Patria independiente.Hemos escuchado el hermoso Te Deum de la Virgen María: el Magnificat. Con ella podemos cantar: El Señor ha mirado y bendecido también nuestra pequeñez.

En verdad, prolongando sus sentimientos se alegra nuestro espíritu en Dios. Realmente “su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”. Sin embargo, solemos distraernos y no sopesar los dones recibidos, ni vivir nuestros días con gratitud y alegría. Abundan los compatriotas a los cuales embarga el desencanto, la indiferencia o la tristeza; a veces, el pesimismo o aun la desesperanza. Esta celebración quiere invitarnos a disfrutar estos días festivos, y a prolongar de todo corazón el gozo de nuestra acción de gracias.


Cada una de las celebraciones del 18 de septiembre, ya sea en el campo -con ramadas, rodeos, juegos a la chilena, tonadas y cuecas- o en la ciudad -con nostalgias de las fiestas campesinas, con encuentros familiares y municipales, y con hermosos espectáculos culturales- nos invita a hacer memoria de lo nuestro. A lo largo de nuestra geografía, los Te Deum nos recuerdan que nuestro reconocimiento se dirige sobre todo a Dios, Creador y Padre, fuente y origen de todo bien. Por eso, nos hemos reunido en su Casa para alabarlo y agradecerle, para manifestarle nuestra alegría por los dones de sus manos, que nos llegan muchas veces a través de la dedicación de quienes nos aprecian, y para expresarle nuestra voluntad de colaborar con Él y nuestra incontenible esperanza.Son incontables los dones recibidosCon frecuencia no tenemos conciencia de la cantidad y la calidad de los dones que recibimos. ¿Quién se ha dado a sí mismo la vida? Nuestra vida es el primer don que acogemos.


Y si pensamos en nuestras familias, ¿quién se dio a sí mismo el amor y los desvelos de sus padres, las renuncias que realizaron para proporcionarnos una buena formación, las exigencias y el cansancio del trabajo para procurarnos el pan de cada día, velar por nuestra salud y ofrecernos una educación mejor que la que ellos mismos tuvieron cuando niños? ¿Quién se dio a sí mismo sus hermanos y sus abuelos, sus amigos de la escuela y del trabajo? Fueron otros tantos dones, recibidos de la mano de Dios. La hermosa y rica naturaleza de nuestra tierra y los valores que le dan sentido a la existencia y al trabajo, que adquirimos por ser parte de un pueblo noble, fuerte y solidario, en el cual ha confluido una rica diversidad cultural, ¿quién se los dio a sí mismo? Y ¡qué regalo más admirable que el de nuestra Patria, con su historia, su solidez institucional, sus pueblos, sus niños y sus jóvenes, sus mujeres y sus hombres, sus costumbres, su cultura, su religiosidad popular, y su hermosa y “loca geografía”! No nos faltan razones para añorarla, si pasamos una parte importante de la vida lejos de nuestra tierra. Todos estos dones nos invitan a ser agradecidos con el Señor, infinitamente generoso, y con incontables personas que viven junto a nosotros o que nos precedieron.


Esta gratitud nos inclina además a vivir con alegría y confianza; lejos de todo pesimismo, cargado de frustraciones y desesperanzas, sabiendo que también nosotros seremos recordados por el amor que regalemos gratuitamente en el horizonte de la verdad. La gratitud nos compromete. Nos pide corresponder a ella y a quienes nos favorecieron. La conservación, renovación y la fecundidad de los dones recibidos encierran exigentes y gratificantes tareas. Nos hablan de nuestra vocación como chilenos. No sólo en vista de los frutos que esperamos para nuestra patria, sino también del beneficio que podemos aportar, como “producto de exportación no tradicional” a otros países y culturas. Cada don encierra una vocación, que revela la trascendencia de nuestra vida.Gratitud por el año transcurridoDetengamos nuestra mirada agradecida en los meses transcurridos desde la última celebración de las Fiestas Patrias. Hace un año vislumbrábamos la gravedad de la crisis de la economía mundial. La irresponsabilidad, la codicia y la inmoralidad de quienes la desataron golpearon fuertemente a todos los países y al sistema financiero internacional; también vulneró confianzas que lo sustentaban. Entre nosotros, la vida de incontables familias ha sufrido la tragedia que acarrea el que sean más de 700.000 los chilenos y chilenas sin empleo. Pero su efecto en nuestra patria ha sido mucho menor que en la gran mayoría de los países. Con gratitud constamos la unidad para enfrentarla que lograron entre ellas las distintas colectividades políticas, y la eficaz reacción de nuestras autoridades, que incluyó oportunos bonos a los más necesitados, los subsidios de apoyo al empleo juvenil y la creación de nuevas fuentes de trabajo, canalizadas sobre todo con el impulso responsable de levantar viviendas y obras públicas. Con conciencia de la gran responsabilidad social de la empresa, en muchas de ellas se cuidó el empleo, se redujeron los costos de producción, y se contó con la solidaridad de los trabajadores. También dieron su apoyo a muchos desempleados los vecinos, los familiares, y los comedores solidarios de parroquias y de otras instituciones de inspiración cristiana y de solidaridad.


A todas estas instancias se dirige la gratitud de Chile.Pero no fue ésta la única emergencia que enfrentamos. También fuimos golpeados por la contagiosa gripe que causó, lamentablemente, la dolorosa muerte de hermanos nuestros, muy queridos. Nuevamente la solidaridad transversal puso manos a la obra. Esta vez fue la solicitud del Ministerio de Salud, alentada diariamente por nuestra Presidenta, y secundada por el Hospital del Tórax y la colaboración inmediata y generosa de los hospitales y las clínicas del sector público y privado. También su esfuerzo dinámico, humanista y de gran dedicación está presente en nuestra acción de gracias.No olvidemos otros logros muy valiosos, sustentados por esperanzas, estudios, trabajos y acuerdos compartidos. Recordemos la Ley General de Educación, piedra angular de un sistema que se está desarrollando y que alienta la libertad de enseñanza, y propicia la calidad unida a la equidad en la educación. Recordemos asimismo la Ley de Transparencia, de aplicación compleja en un primer momento, pero de insospechado valor para combatir la corrupción y acrecentar el espíritu de participación ciudadana y de pertenencia. Grandes beneficios para la Comunidad van a resultar de la apertura a la transparencia del Poder Judicial, haciendo que los ingresos de sus miembros, como también el trabajo y las sentencias de los Tribunales sean asequibles; también, las sanciones aplicadas en los pocos casos en los cuales fue necesaria una investigación interna. Nos alegra su preocupación por quienes cumplen condenas, por su educación y su trabajo, y por las condiciones deplorables de determinados recintos carcelarios, que aumentan así injustamente las penas de las sentencias. Si bien este recuento de acciones que merecen nuestra gratitud va a quedar necesariamente inconcluso, no quisiera dejar de mencionar el extraordinario aumento de las salas cunas gratuitas, como asimismo de su cobertura, que han aportado un gran alivio a cerca de 100.000 mujeres trabajadoras, y la atención que se está prestando a la intolerable violencia intrafamiliar.


Asimismo cabe mencionar los notables avances de la Nueva Política Habitacional, que procura dignidad y calidad de vida a cientos de miles de familias de menores recursos, edificando y ayudando a construir casas más dignas y amplias, transformando barrios en espacios amables, y buscando la superación de la segregación social que impide la integración de la ciudad y de sus habitantes. Es otro de los dones que ha contado con un apoyo y reconocimiento transversal, que va más allá de toda disputa partidista.En medio de una contienda electoralMuy pronto ocurrirá la renovación de un gran número de servidores públicos, tanto en el Supremo Gobierno del país como en el Parlamento. Vivimos en medio de una gran campaña electoral. A este Te Deum llegamos con profunda gratitud por los dones recibidos, pero también, pensando en el mañana, con grandes anhelos y expectativas. Debemos tener conciencia de la grave responsabilidad que nos cabe a todos, cuando nos acercamos al inicio de un nuevo centenario de nuestra historia.Queremos una contienda política de cielos despejados, en la cual los candidatos expongan sus programas con sincera transparencia y con realismo, y no desacrediten a la persona de sus adversarios.


Despertar pasiones y rechazos a través de descalificaciones no es un signo de nobleza personal ni de confianza en el pueblo, al cual debemos considerarlo capaz de optar serenamente en vista de los méritos y los programas reales de quienes postulan a los diversos cargos. Abstenerse de descalificaciones personales es una promesa de colaboración, desde el gobierno o desde la oposición, con quienes sean elegidos, a los que no se quiere denigrar, sino respetar y apreciar antes y después de la elección. Al Señor le pedimos que los candidatos no se contenten con abrir espacios de discusión, sino que nos hablen con decisión de su visión del futuro del país, de las convicciones que sustentan su voluntad de servicio público, y de su compromiso con los grandes valores de nuestra patria. Haciéndome eco de la reciente Declaración de la Conferencia Episcopal, entre estos valores, es imprescindible la promoción de la alianza matrimonial, que une a un hombre y una mujer, y de la familia que de ella nace, como asimismo el respeto a la vida desde la concepción, pasando por todas las etapas de su desarrollo, hasta la muerte natural. Es del todo necesario que propongan políticas públicas que sean realmente favorables a la vida de las familias y al aumento de la natalidad en ellas, en el país con la tasa de fecundidad más baja de Centro y Sudamérica, con las peligrosas consecuencias que surgen de las tendencias antinatalistas. Para los chilenos, la familia es su gran tesoro. Con razón nuestra constitución protege a la vida que está por nacer y apoya a la familia. Y para que todos los ciudadanos tengan una vida digna, necesitamos que los candidatos nos revelen su compromiso resuelto y sus planes para superar la miseria, y para fomentar vigorosamente el desarrollo humano y económico, a fin de acortar eficazmente la hiriente brecha que distancia los ingresos de los chilenos, y contribuir a una mayor equidad social, protegiendo a los más débiles y apoyando la generación de fuentes de trabajo digno y estable. Con sumo interés esperamos la publicación de sus proyectos y programas de gobierno. Necesitamos conocerlos también en otras materias impostergables, tales como: la amistad cívica y la seguridad ciudadana, el libre acceso a una educación realmente integral y de calidad, sobre todo para los más pobres y marginados, las necesarias políticas de salud pública que honren la dignidad de las personas, la superación de los gravísimos problemas producidos por la droga, la rehabilitación de los encarcelados y la dignificación de los recintos penitenciarios.


Nuestro pueblo quiere conocer además sus proyectos a favor de los innumerables jóvenes que no van a clases ni trabajan, y permanecen expuestos a desesperar de la vida y a caer en el ocio, la delincuencia y la peor violencia. Mucho nos importan los planes para impulsar la originalidad cultural de los pueblos autóctonos, para fomentar la fraternidad con ellos, y para aumentar las oportunidades que redunden en su bien y que busquen el progreso y la paz, en base a la justicia y la equidad. Deseamos escucharlos sobre la sustentabilidad del desarrollo y el respeto a la naturaleza. A todos nos importa el aire, los ríos, la tierra y el mar, como también todo organismo viviente, porque queremos que nos sean útiles, conservando el equilibrio que Dios estableció como Creador. Buscamos lo mejor para la vida humana de las generaciones actuales y futuras. Asimismo mucho nos importa la ecología humana, como también la solidaridad fraterna con otras naciones, sobre todo, con los países vecinos y con los que enfrentan graves dificultades. Anhelamos dar gracias a Dios en el futuro, reconociendo los logros de los gobernantes y parlamentarios que sean elegidos en vista al bien de Chile.El mayor don de DiosEl Te Deum ecuménico que nos reúne en esta Iglesia Catedral, es una expresión de fe, respeto, colaboración y amistad entre diferentes confesiones cristianas, a cuya oración adhieren representantes de la religión judía y seguidores de la religión musulmana. Su celebración es una tradición ininterrumpida, en la cual han participado, a lo largo de la historia, servidores públicos que comparten la misma fe, y dignatarios que no comparten la fe en Cristo, pero que lo aprecian.


En verdad, quienes nos reunimos para celebrar la historia de nuestra patria y su independencia, consideramos que uno de los tesoros más vivificantes y más dinámicos de nuestro pueblo y de su cultura es precisamente la persona de Jesucristo, su Evangelio, y su compromiso con toda la humanidad, de manera especial con los más desvalidos. Nos une a todos el respeto y la admiración por su persona, y el aprecio por los valores que nos ha aportado y que han sido constitutivos de nuestra identidad nacional. Una enorme cantidad de los hijos de nuestra tierra, incluidos aquéllos que están orgullosos de pertenecer a los pueblos originarios, aman su palabra. Alentemos entonces, por el bien de Chile, una más estrecha colaboración entre las ciencias, la razón y el aporte de la fe, propiciando un diálogo sapiencial entre ellas, y alejándonos de la tentación de apartar nuestra enseñanza, como en algunos países, ya en los jardines infantiles, de la relación con Dios. En camino al desarrollo pleno del país, acojamos ese valioso regalo que es la reciente Encíclica social del Papa Benedicto XVI “La Caridad en la verdad”, en la cual leemos: “Paulo VI vio con claridad que una de las causas del subdesarrollo es una falta de sabiduría, de reflexión, de pensamiento capaz de elaborar una síntesis orientadora, que requiere una clara visión de todos los aspectos económicos, sociales, culturales y espirituales” (n.31).


Todos nosotros, Obispos y pastores, ofrecemos nuestra colaboración en este diálogo en el cual el aporte de la fe nos ayudará a construir una ciudad más humana y más humanizadora.Por eso mismo, cuando recordamos en estas Fiestas Patrias los dones que hemos recibido como chilenos, agradecemos de corazón el hecho de vivir en un espacio espiritual abierto por Jesucristo, en el cual tantos chilenos viven con confianza, porque se encuentran con el rostro sabio y bondadoso del Padre, que nos llama a disfrutar de su amor y de su paz en el cielo, y también en esta vida terrena. Aun los que no comparten nuestra fe, afirman que muchos de sus propios valores corresponden al Evangelio. Entre ellos no son pocos los que abrigan la secreta esperanza de que sea verdad lo que creen los chilenos que aman y siguen a Jesucristo, acerca de la vida y la felicidad más allá de la muerte. La revelación que agradecemos y que llegó hasta nosotros, como lo leemos en el relato de la Creación, encierra de manera también poética verdades iluminadoras y existenciales.


Ella proclama sobre todo la verdad acerca de Dios, y de la grandeza del ser humano, añadiendo a las definiciones filosóficas su identidad teologal: fue creado como ser corporal a la vez que espiritual, para entender, amar, dialogar y servir a semejanza de Dios; fue creado “a imagen y semejanza de Dios”. ¿Cómo no respetar, también por este motivo, su vida admirable, don asombroso del Creador? Con coherencia los chilenos hemos abolido la pena de muerte y somos totalmente contrarios al aborto, a eliminar de manera intencional y directa una vida inocente, que tiene la vocación de acoger y transmitir el amor, la verdad y la paz de Dios, y de colaborar así, empleando en ello toda su originalidad, en la construcción de la sociedad. Y dentro de la diversidad, como criaturas e hijos del mismo Padre, somos todos hermanos de Jesucristo y entre nosotros, sin exclusión alguna que pueda introducir una discriminación insostenible. Lo sobrecogía a san Alberto Hurtado esa igual dignidad de los niños y de los pobres, en quienes encontraba la imagen de Cristo, a quienes servía con toda el alma, y a quienes llamaba “patroncitos”. Queremos que la fraternidad universal fecunde todas las dimensiones de nuestra vida social: que fermente la igual dignidad del hombre y de la mujer, que distinga el trato que le demos a los que más sufren y a las minorías que quieren encontrar el respeto que se merecen, alejándose de toda violencia. Que ese espíritu fraterno caracterice las relaciones humanas al interior de la familia y de la escuela, del mundo laboral, del financiero y del político; además, la benevolencia y la colaboración ecuménica e interreligiosa, como asimismo la relación entre las distintas etnias y culturas. Y que nos haga tomar conciencia del destino universal de los bienes, de modo que todos vivamos con dignidad.Hacia la celebración del BicentenarioSon de gran valor los regalos de Dios que Él nos ha confiado a través de tantos chilenos y chilenas a lo largo de nuestra historia. Al acercarnos a la celebración del Bicentenario, con la ayuda generosa de quienes la preparan en la Comisión Bicentenario y en otras instancias, queremos que crezca el cariño por nuestra Patria y por nuestra identidad, y nuestra voluntad de construirla como hermanos. En nuestras familias no podríamos celebrar un cumpleaños importante, sin preparar antes un significativo regalo. ¿Cuál será nuestro regalo a Chile con ocasión de sus doscientos años? ¿Cuál será el regalo de cada Ministerio, del Parlamento, de cada rama de las Fuerzas Armadas, de cada confesión religiosa, de cada municipalidad, de cada escuela y cada universidad, de cada uno de nosotros a nuestro pueblo, a nuestra convivencia, a nuestras familias y a sus hijos, a los más pobres, al desarrollo y a la paz? ¿Cuál será nuestro regalo a Dios y a la Patria? ConclusiónExcelentísima Señora Presidenta de Chile, éste es el deseo que presento de todo corazón a su distinguida persona, al Gobierno de Chile que Ud. preside, a todos los parlamentarios y miembros del Poder Judicial, a nuestras Fuerzas Armadas y de Orden y a todos los demás servidores públicos que nos acompañan, como asimismo a todo el país.


Lo presento en nombre de los Obispos y pastores que nos hemos reunidos para orar por nuestra Patria y agradecer por su historia, por el encuentro con Dios de nuestro pueblo y por cuanto aporta cada chilena y cada chileno a la Comunidad. Es asombrosa la abundancia de dones que con esfuerzo y gratitud han sido puestos sobre la mesa de nuestra historia. De corazón deseamos que nadie quede al margen de ella, y que Chile sea cada vez más una mesa para todos, de manera que todos vivamos con gratitud a Dios y a los hermanos, con alegría y esperanza, con justicia y paz. ¡Que estén colmadas de alegría y de bendiciones estas Fiestas Patrias, y la celebración del Bicentenario que ya iniciamos!


† Francisco Javier Errázuriz OssaCardenal Arzobispo de SantiagoSantiago,

18 septiembre de 2009

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