sábado, 17 de octubre de 2009

HOMILIA DOMINGO 18 DE OCTUBRE 2007


Una diaconía de servicio que nos lleva a dar la vida


Is. 53, 10-11; Sal. 32; Heb. 4, 14-16; Mc. 10, 35-45


A todos nos gusta - ¿por qué no reconocerlo? – ser tenidos en cuenta, ser valorados, reconocidos y, podríamos decir, triunfar en la vida. Nos eleva la autoestima. Nos estimula en el desarrollo de nuestras cualidades y valores, para poner en práctica aquello otro que se nos dice, que hemos de hacer fructificar los talentos que Dios nos ha confiado.Esto que digo no está reñido ni en contradicción que lo que Jesús nos enseña hoy en el Evangelio.


Porque lo que nos quiere enseñar Jesús es el evitar que nos llenemos de tales ambiciones que lo que a la larga deseemos es estar por encima de los demás, ser considerados mejores o más importantes, y para lograrlo nos valgamos incluso de malas mañas como puedan ser los codazos o la manipulación de las situaciones o de las personas.Aquello que decíamos que nos agrada no es porque todo lo hagamos pensando sólo en nosotros o en nuestra ganancia personal.


Es que tendríamos que pensar en la repercusión social que tienen nuestros actos, porque somos seres sociales que hemos de vivir en plena y sana convivencia con los demás. Nuestros valores no están sólo en función de nosotros mismos sino que tienen una repercusión en beneficio de los demás. Creo que es el momento de profundizar en el mensaje que hoy nos ofrece el evangelio y toda la Palabra de Dios proclamada, y lo que es el sentido mismo de lo que hoy estamos celebrando, de lo que tiene que ser nuestra celebración cristiana.


Ya hemos escuchado el Evangelio con la petición, las ambiciones y hasta las manipulaciones de los hermanos Zebedeos. Comenzando por esto último, vemos que ellos se estaban valiendo de que eran parientes de Jesús para hacer esta petición y esto les podría dar ‘derecho’ a unas preferencias especiales – eso creían – o a unos puestos especiales en el Reino que Jesús estaba anunciando. Además el otro evangelista que nos relata este mismo hecho habla en el mismo sentido de la madre ambiciosa que hace las peticiones para sus hijos.¿Sería buena o sería mala la petición que hacen a Jesús? Podríamos pensar muchas cosas. Habían estado con Jesús desde el principio. En el cuarto evangelio vemos que Juan es uno de los que oyeron al Bautista y fueron él y Andrés los primeros que se vinieron con Jesús. Los otros evangelistas nos hablan de la orilla del lago y del paso de Jesús llamando primero a Pedro y Andrés y luego a Santiago y Juan que estaban con su padre repasando las redes después de la pesca. Cómo lo dejaron todo, las redes, la barca, su padre por seguir a Jesús para ser como luego les llamaría ‘pescadores de hombres’.


Ser reconocidos por esa prontitud no estaba mal, pero es que ellos pedían otra cosa, tenían otras ambiciones, que provocarían los comentarios y envidias de los demás discípulos. Querían ser los primeros, uno a la derecha y otro a la izquierda.Y es aquí donde Cristo quiere enseñarnos. Seguir a Jesús para estar junto a El, muy cerca de El, significaba un bautismo de sangre, un beber el cáliz de la pasión, les viene a decir. Y el aceptar ese bautismo y ese cáliz no se podía quedar en bonitas palabras o buenas intenciones. Eso tenía que traducirse en unas actitudes profundas de dar la vida. Actitudes que tenían que pasar por el servicio incondicional y total hasta llegar a ser capaces de dar la vida. No era cualquier cosa lo que Jesús les planteaba.Si Jesús les llega a decir que el que quiera ser grande, ‘sea vuestro servidor’, y el que quiera ser primero, ‘sea vuestro esclavo’, es porque el modelo lo tenemos en El.


’El Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos’. Como nos dice la carta a los Hebreos ‘se hizo en todo semejante a nosotros menos en el pecado’, pero es ‘el siervo que nos justificará a todos, porque carga con los crímenes de todos’.Así lo vemos a través de todas las páginas del evangelio. Porque el dar la vida no fue un acto puntual de un momento, no es un hecho aislado, sino la consecuencia de una actitud constante de servicio que envuelve toda su vida como su razón de ser.


El que veremos dando su vida en la cruz y muriendo por nosotros, fue el que pasó haciendo el bien, el que compasivo en todo momento ofrece salud y salvación, compasión para aliviar el dolor de los que sufren y perdón para rehabilitarnos de todo pecado y llenar de paz nuestro corazón; será el que nos hable de amor y de servicio, pero al que veremos de rodillas delante de sus discípulos para lavarles los pies.No seremos ya nosotros como los poderosos que por ser jefes tiranizan a los demás, no como los que se consideran grandes e importantes y por eso oprimen a todos. ‘Vosotros, nada de eso’, nos dice Jesús. Ese no puede ser nuestro estilo. Esa no puede ser nuestra vida. Mucho tendría que hacernos pensar este evangelio para que en verdad vivamos una diaconía de servicio a favor de los hermanos.Quisiera conectar esta reflexión con la jornada misionera que hoy estamos celebrando en toda la Iglesia. Podríamos decir que la Iglesia misionera es la expresión de esa diaconía de servicio que la Iglesia quiere ser para toda la humanidad. Y el mejor mensaje de servicio que ofrecemos es el anuncio de Jesús, su salvación a todos los hombres, a toda la humanidad. Es el regalo de la fe y del amor que la Iglesia ofrece a todos los hombres.


Es el regalo también de la esperanza. Al anunciar a Jesús queremos ofrecer la posibilidad de una nueva humanidad; queremos hacer una nueva humanidad, un hombre nuevo, una civilización nueva, la civilización del amor, como le gustaba decir a Juan Pablo II. Cuánto se va transformando el corazón del hombre y en consecuencia, cuánto se va transformando también nuestra sociedad cuando hacemos un auténtico anuncio de Jesús y de su Evangelio. Hoy se nos recuerda que somos una Iglesia misionera.Tenemos reciente, del pasado domingo, la canonización de varios testigos que supieron encarnar en su vida el mensaje del evangelio que hoy hemos meditado. Me quiero referir de manera especial al P. Damián de Molokai que todos quizá conocemos más, aunque podríamos referirnos también a los otros santos canonizados.


El P. Damián de Veuster se fue con los últimos, se unió a la vida de los últimos y de los que nadie quería, los leprosos de Molokai, hasta morir contagiado de la lepra con ellos y por ellos sin ni siquiera poder salir de la isla para buscar su propia curación. Es el testimonio vivo, el testigo con su vida inmolada del evangelio que hoy hemos escuchado. Supo plasmar en su vida lo que Jesús nos enseña hoy. Creo que nos sobran palabras y comentarios. ¿Aprenderemos a hacernos los últimos y servidores, a inmolar nuestra vida en el amor aunque no seamos reconocidos y valorados?.

MATERIAL ENVIADO POR EL PRESBÍTERO PADRE CARMELO HERNÁNDEZ DESDE ISLAS CANARIAS. TENERIFE ESPAÑA.

MATERIAL DE REFLEXIÓN ENVIADO POR NUESTRO AMIGO DANTE GUTIERREZ.


Conferencia de Pilar Sordo sobre “Cómo ser feliz en el siglo XXI”


30-09-2009 Casa Piedra – Auspiciado por ING Chile.


Pilar Sordo (PS) dice que se le ocurrió hacer una investigación en Chile y otros países sudamericanos en una conversación con su abuela que le dijo “...no entiendo por qué hoy la gente no se ríe y no se ve feliz, cuando en mi época teníamos que lavar de rodillas en bateas, hacer la comida desde cero porque no existía nada preparado ni en conservas, lavar pañales, encender la estufa con carbón, andar a pie o en micro, etc. etc...”. Entonces la investigación consistió en indagar ese por qué, es decir, por qué la gente no se ve feliz. Primero, descubrió que existe ‘un culto o respeto’ al mal genio. Es decir, la gente respeta y considera ‘importante’ a la gente que anda con el ceño fruncido o que no se ríe.

“En una revista aparecieron las fotos de los 10 Gtes. Generales de empresas que se ganaron el mejor lugar para trabajar en Chile: a lo más 3 sonreían”. Hoy si te ríes o llegas a la hora pareciera que no tienes nada que hacer, es decir, eres poco importante.


Los médicos, si atienden a la hora, es porque ‘no tienen pacientes’. Pareciera que hoy, el que se ríe es el que tiene que ir al psicólogo (“hazte ver”). La persona sonriente tiene que entrar a explicar por qué está así. Sin embargo, a la amargada no se le pregunta porque ‘eso es normal’. Imaginen el ejemplo a nuestros niños, no aprenden a sonreír. La sociedad será cada vez más seria. Segundo, existe el fenómeno de la “invisibilidad”: no vemos a las personas de nuestro entorno. No se ‘personifica’, nadie es llamado por su nombre, ni menos se saluda, especialmente a personas que otorgan servicios a nuestro alrededor como las que hacen el aseo, guardias de seguridad, el jardinero, etc. También la gente es conocida por lo que hace y no por lo que es. Días atrás fueron a instalarme una cortinas, me presenté y le pregunté el nombre al cortinero. El cortinero se quedó pensando y me dijo ¿sabe sra. Pilar yo casi no uso mi nombre porque yo soy “el de las cortinas”. Lo cierto es que cuando le preguntan el nombre a alguien, éste se asusta porque normalmente es para retarte o acusarte al jefe.


Un simple saludo puede ‘cambiar’ el ciclo de la sociedad, por ejemplo, el Guardia está todo el día ‘invisible’ llega a su casa de mal genio, violento, sin conversación familiar, nada nuevo. Un solo saludo puede cortar ese círculo, dándole un tema de conversación con la familia, llegando de buen humor a su casa. Cada uno de nosotros podemos hacer algo para cortar el círculo negativo. La gente que saluda, que es amable, que mira y respeta a los demás no se nota en el día a día, pasa ‘piolita’. Los que sí se notan son las personas agresivas, los que gritan y atropellan. Es decir, la sociedad fomenta este tipo de personas transformándose en modelos a seguir por los jóvenes. Incluso hoy se está “capacitando a las personas para ser amable”. En un Call Center te responden Buenos Días, mi nombre es Evelin, ¿en que puedo servirle? y la niña que dice esto no soporta su trabajo. Pregunté a los Guardias de A.París, que también deben saludar al entrar y salir cada cliente, si los clientes les respondían el saludo.


Por supuesto que no, pero me aseguraron que si le dijeran a algún cliente: “chao vieja e’mierda” se devolverían y le preguntarían el nombre, etc,. etc. Otro aspecto destacable es la anticipación de la desgracia. En Chile ‘lo bueno’ dura poco. A la embarazada la vecina le cuenta que la Juanita perdió la guagua y luego agrega “pero tu estás bien, ¿cierto?. Uno no sabe si fue a darle ánimo o a cagarla. ¿Cuántos hijos tienes? – todavía no tenemos - AH! Que bien, pero espérate cómo te va a cambiar la vida cuando tengas un hijo!!. Aprovecha de disfrutar (...que te va a durar poco)!!. Pasa mucho tambien que nos enteramos de las cosas cuando “no resultan”. Si una amiga empieza a salir con un mino, no le cuenta a nadie ...!! Sólo nos enteramos una vez que se termina la relación. Si alguien está postulando a un buen trabajo, no cuenta y uno se entera cuando no quedó seleccionado. También tenemos la característica (los chilenos) de no tener nunca la culpa. En el Supermercado una Sra. pasó a llevar unos tarros que se cayeron y siguió tal cual. Yo le hablé y le dije que se le habían caído los tarros y ella dijo “no, a mi no se me cayeron” ....Estuve media hora tratando que reconociera, hasta le pregunté a otro cliente si había temblado, para convencerla. Al final reconoció diciendo: bueno, alomejor, puede ser, no me di cuenta”. Otra costumbre que atenta contra la felicidad es esa manía de “guardar cosas”. Por ejemplo, manteles, copas, cuchillería, etc. etc.


Yo me crié creyendo que las aceitunas eran sólo para las visitas, y si mi apuran, también el maní. Lo peor de esto es ¿para quién o para qué se guardan estas cosas? ¿para las visitas que no sabemos quienes son ni cuando vendrán? Por último, si supiésemos quienes son los podríamos llamar para decirles que se apuren en venir para usar esas cosas ...!. Mi papá (con vergüenza) me contó que iba a botar una botella de champagne vencida que compró cuando yo nací hace 43 años atrás, es decir, nunca la uso para celebrar algún logro mío. Y así estamos todos, paralizados esperando que el resto empiece a hacer algo, que salude, etc. Que hacer, cómo ser feliz: Primero “Decidir” ser feliz. Es una decisión personal sonreír, ser amable, saludar, ver a las personas, ser positivo y no hacerle caso a los que cagan la onda, a los mal genio, a los que no saludan, etc. Ser feliz con las desgracias reales incluidas. Uno puede andar contento o sonriente aunque tenga penas o tristezas (ejemplo, a Pilar se le murió el marido y anda dando charlas ....”feliz de la vida” dice una vieja mal hablada... pero ya se va a dar cuenta que se le murió el marido y ...). Segundo “Ser agradecido”.


Si yo pregunto cómo fue tu día ayer y me dices como todos, común y corriente ¿has pensado en la ducha caliente, en la cama blanda con ricas sábanas, en que vas a alguna parte y te subes al auto, o en la comida, o que tu familia está con buena salud, etc. etc.? Pues debes tener claro que todo eso no lo tienen todas las personas, más de la mitad del planeta no tiene agua caliente para bañarse. Y Vivir el Presente. Disfrutar del hoy y ahora. No ducharse pensando en lo que voy hacer o dejé de hacer, si no disfrutando la sensación del correr del agua por nuestro cuerpo.


NO CREAMOS NI PRACTIQUEMOS EL DICHO: “EN LA BOCA DE LOS TONTOS ABUNDA LA RISA”